De todas las conversaciones que se pueden tener, en la única en la que los seres humanos perdemos ese sentido de verdad tan propio de nuestra raza es cuando hablamos de la muerte. Tenemos apreciaciones, creencias, experiencias personales, pero jamás una certeza que vaya más allá del “último respiro”. Porque a diferencia de cualquier otro tema, la muerte no nos permite hablar de ella en primera persona, no podemos saber cómo se vive el “ser muerto” y tal vez por eso a algunos los asusta, apasiona o intriga, así como a otros simplemente los deja indiferentes, sin pensar en ello.
Tantas formas de ver la muerte existen, como Cafés de la Muerte se pueden organizar. En nuestra versión propia, que organizamos con mi amiga Vicky, luego de asistir a uno de los cafés organizados por Proyecto Mokita -a la que llamamos “Tertulia de la Muerte”- 12 personas que no necesariamente se conocían, nos reunimos a escucharnos, a encontrarnos en la reflexión del otro y a perdernos también, por cierto.
La única verdad que me permito calificar de tal es que fue un espacio de conexión, de intimidad, de tanta humanidad que quien no lo haya vivido, difícilmente imaginará que el hablar de la muerte con personas 100% dispuestas a hacerlo es una gran oportunidad para sentirte unido a algo o alguien. O al menos así lo viví yo, y algo así expresaron los 12 amigues con los que compartimos. Quizás podría definirlo como “terapéutico”, porque la conciencia de muerte fue una inyección de vida y de amor, donde la “pelá” nos muestra que cada minuto que “ganamos” de vida, más bien lo “ganamos” de muerte o lo “perdemos” de vida y entonces, ¿qué estamos haciendo mientras creemos que vivimos? Aquí hicimos conscientes las micro-muertes de nuestro día a día, así como las ganas de hablar de ellas; donde conversamos por más de 2 horas y podríamos haber seguido 2 horas más, si es que la vida –o la muerte- no nos apremiara tanto.
Estoy segura que cada uno de los 12 seguirá experimentando esa conversación de diferentes maneras, mientras nos queden oportunidades para morir, renacer y vivir.
Leslie Hidalgo